lunes, 20 de octubre de 2014

Amar a Tetuán



Nuestro encuentro con Tetuán fue fruto de la casualidad. Un buen día Lola, la hermana de Mareta, le habló del proyecto de la urbanización que un constructor español pensaba construir en Cabo Negro y la invitó a comprar alguno de los pisos que estaban ofreciendo y que en ese momento sólo existían en los planos de los arquitectos. Lola, desde luego, pensaba comprarse uno. A Mareta le atrajo la idea, la compartió conmigo y yo no dudé en apoyar su decisión de hacernos con uno de esos pisos.

Esa fue la decisión que nos trajo por primera vez a Tetuán, a la que comenzamos a visitar prácticamente desde nuestro primer viaje de reconocimiento de los terrenos donde se estaba levantando La Cassía, la urbanización de Cabo Negro. De la ciudad nos sorprendieron su tamaño y dinamismo, así como la arquitectura del Ensanche. Pero lo que de verdad nos fascinó fue la Medina, tan abigarrada y concurrida, tan laberíntica y llena de sorpresas, tan viva, en una palabra. Qué contraste con los cascos históricos de las ciudades europeas, en las que ya apenas queda alguno de sus habitantes originales, desplazados o marginados, al igual que sus modos y sus costumbres, por el aluvión de turistas idénticos a sí mismos que diariamente invaden sus calles y plazas.

Gracias a esas visitas, cada vez más frecuentes, fuimos conociendo a la gente de Tetuán y a muchos de los españoles que la han elegido como un lugar amable donde vivir y trabajar. Algo que nos habría resultado mucho más difícil si no hubiéramos contado con la hospitalidad y la generosidad de Ruth Barreto, la dueña del riad El Reducto, en plena Medina. Durante mucho tiempo este ha sido nuestro pie a tierra en Tetuán: una mezcla informal de comedor, salón, sala de juntas y hasta de despacho de urgencia. El Reducto, al igual que el Riad Blanco en la primera época, han alimentado sin pausa nuestro amor por Tetuán y sus gentes. Gracias a él, ahora vivimos y trabajamos en esta ciudad, tan lejos y tan cerca a la vez de nuestra igualmente amada Madrid.

Carlos Jiménez.

2 comentarios:

  1. Cada vez son mas los buenos amigos que encontramos en Tetuán y que nos hacen nuestro cambio de vida mas fácil

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  2. De Diego Moya"Efectivamente, amigo Carlos, no me extrana nada que vosotros TAMBIEN
    hayais encontrado vuestro lugar especial como por azar (por ponerle un
    nombre a lo que desconcemos)
    Todavia sigo pensando que seria una bonita idea publicar un libro con
    los relatos sorprendentes de los amigos que hemos aterrizado por estos
    lugares de excepcion en Marruecos. Relatos donde lo imprevisible ha
    guiado nuestros pasos, como este que esbozas aqui y que dejan ese
    regusto a mensaje secreto escondido tras un comentario entre amigos,
    tras un cruce fortuito o por un consejo estrafalario que uno no
    seguiria en su sano juicio.
    En cualquier caso, enhorabuena por haberlo seguido vosotros

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